A. A. A. de 2º de Bachillerato A ha sido finalista en la final de la XIV Olimpiada Filosófica de Madrid , dentro de los 20 mejores textos seleccionados de la categoría de “dilemas filosóficos” en torno a la temática centra de la edición  de este año sobre “El ocio”.
Compartimos con vosotros su elaboración:

 

La responsabilidad del ocio como fruto de la explotación

Planteamiento

Supongamos que un grupo de amigos se reúne para jugar una partida de un juego de rol. Todos los elementos necesarios para el juego se produjeron en países tercermundistas. En estos países abunda la pobreza y, además, el trabajo infantil. El ocio que los amigos realizan es el ocio del que son privados estos niños, perjudicando su desarrollo. Por tanto, pregunto lo siguiente: ¿Quién ha de asumir la responsabilidad de la explotación?

Opciones

  • Los ociosos son responsables de su explotación.
  • La responsabilidad recae en el propio sistema de explotación.
  • Las familias humildes son responsables de su situación económica.

Argumentación

En cuanto a la primera opción, en la economía, gracias a la inversión de los amigos en su ocio, los empresarios involucrados obtienen un beneficio, lo que permite que continúen su explotación del Tercer Mundo. En el plano ético, el producto que compran es fruto de la explotación. Por tanto, por metonimia, están comprando la misma explotación. Desde la cuestión social, deben luchar por los derechos de los explotados en vez de divertirse.

En la segunda opción, en base individual, no se tiene la culpa de nacer en un sistema marcado por la explotación, luego la participación convierte uno en responsable de la explotación, tan solo se es un engranaje en una máquina. En el plano económico, quien organiza y se beneficia de todo el proceso son los empresarios, ergo serían los responsables. Desde una visión lúdica, los ociosos solo pretenden divertirse, sin ánimo de perjudicar a los demás.

En la última opción, en el plano económico, el individuo se ha de responsabilizar de su propia economía. En base individual, la responsabilización del otro es atentar contra sus derechos y libertades. Por último, teleológicamente, el fin de la vida humana es la búsqueda de la felicidad, como en la Declaración de la Independencia, luego es inmoral que un ser humano no se haga cargo de la búsqueda de su propia felicidad.

Análisis de valores

La responsabilidad es el centro del dilema. Se manifiesta como económica, social o individual. Sin embargo, la cuestión social e individual están supeditadas a la responsabilidad económica.

La responsabilidad aquí no es unívoca, sino que la forman tres: la del consumidor, la del empresario y la del explotado. Si se jerarquizan, se halla la solución al problema.

Solución

Como se ha visto antes, dichos amigos solo intentan divertirse. Así, la amistad, un elemento necesario para la felicidad según Aristóteles, crea alegría gracias al juego. Y esta alegría nos acerca a la felicidad como la eudaimonía aristotélica, fin último de la existencia humana. Por tanto, por una ética de la virtud de corte aristotélica, no hay nada más virtuoso que buscar la felicidad, luego ellos obran virtuosamente al realizar su fin como seres humanos, la felicidad.

En el ámbito social, resulta hipócrita exigir que utilicen su tiempo para luchar por los derechos de aquellos explotados en el Tercer Mundo si uno mismo no se encuentra haciendo lo mismo continuamente. He de añadir que el ocio propio puede ser aún menos valioso que el del ejemplo, pues quizás no involucra la virtud de la amistad, como las redes sociales. O como dice la parábola de la paja y la viga en el Evangelio de San Mateo (7:4-5): “¿O cómo dirás a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, cuando tienes la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.”

Además, si usamos la Declaración Universal de los Derechos Humanos como punto de referencia, el Artículo 24 lee: “Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.” Así, implica que se debe respetar la manera en que se elige emplear el tiempo libre.

Para terminar con esta opción, atiendo a la dicotomía del control estoica. La explotación de estas personas está fuera de su control, y ya se ha producido antes de la compra, luego no se puede deshacer lo ocurrido. Aunque lo que sí puedo aceptar es que no consumir puede evitar la explotación futura, pero eso es intrascendente cuando eres un grano de arena frente a una montaña de consumidores. Entonces, creo que no le pertenece al consumidor la responsabilidad moral, pues sólo pretende modestamente realizar sus deseos.

Expuesta la respuesta a la primera opción, ahora refutaré la tercera, la cual me parece evidentemente absurda. Me recuerda vagamente a que, hace décadas, cuando se caía un niño, además se le pegaba como castigo por caerse. Pues, aunque el tercermundista es responsable de su propia vida, existe también la responsabilidad social, especialmente en un mundo globalizado. Por tanto, esta se materializa en que el Estado, en términos aristotélicos, debe facilitar la actualización de la felicidad del ciudadano.

Así, de la responsabilidad social no se sigue necesariamente una infracción de los derechos y libertades de los dirigentes del sistema de explotación, sino que afirma los derechos humanos de aquellos que son explotados a un “un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios” (Art. 25 de la Declaración). Por tanto, me resulta un non sequitur absoluto.

En resumen, el Estado no se encarga de la búsqueda de la felicidad del individuo en cuestión, ni es su niñera. Lo que sí hace es promover la actualización de la libertad del individuo, para que logre su prosperidad por sí mismo, y, por tanto, su florecimiento (eudaimonía) como persona, esto es, su felicidad.

Ahora bien, personalmente, pienso que la segunda opción es la más lógica. Ya que, si no existiera el sistema de explotación, sería imposible que existiese el comercio en cuestión.

Aquí se involucran ciertos empresarios que organizan el transporte por todo el mundo. Otros, de las instituciones como la administración de las empresas o de cuentas bancarias en paraísos fiscales. Y otros, del funcionamiento de las fábricas, de los contratos, etc. Por tanto, hay una clase de empresarios que se encarga de mantener el sistema de explotación. Visto como se encargan de todo esto, la consecuencia lógica es que la culpa cae sobre ellos, pues son la causa efectiva de la explotación.

No obstante, hay dos contraargumentos que me gustaría tratar. El primero, que la explotación no resultaría posible si el conjunto de consumidores se negara a comprar el producto. Este argumento de boicot queda reducido al absurdo por la inconexión entre los distintos consumidores y porque los consumidores no tienen otra elección si desean conseguir el producto que aceptar el sistema financiero detrás.

El segundo, que los contratos a los que se someten los explotados son voluntarios. Claro, pero no tienen otra opción si quieren ganarse el sustento. En ambos casos, por la dicotomía de control estoica, vemos que los sujetos se encuentran en una situación que va más allá de su control, luego exigir responsabilidad por ello es cómico.

En conclusión: ¿Quién ha de asumir la responsabilidad? Me remito a los tres componentes responsables de antes (consumidor, explotador y explotado), de los cuales quien tiene el mayor grado de control y, sobre todo, el mayor peso económico es la responsabilidad del sistema explotador, el cual es acaudillado por una clase de gerentes que se benefician de los ingresos de la empresa. Por tanto, la culpa es, definitivamente y sin duda alguna, propia de estos empresarios.