¡Hola de nuevo, queridos lectores!

Este año ha estado cargado de nuevas aventuras. Empezamos escogiendo un libro de una de las escritoras más reconocidas del mundo: J. K. Rowling. Esta es conocida por la saga de Harry Potter, pero decidimos escoger otro de sus libros: El Ickabog, que ya explicamos en el artículo anterior.

Después, nos pasamos a la novela policiaca de las manos del detective Flanagan. Con él, descubrimos lugares como Somalia y cómo cualquier persona, si se lo propone, puede resolver graves problemas ayudada por sus amigos.

A continuación, decidimos salirnos del molde y cambiar, incluso, de idioma. Al igual que el año pasado, hemos elaborado un libro, pero, esta vez, en inglés y de misterio.  Para ello, nos hemos ayudado de personajes significativos de la Literatura Universal como Sherlock Holmes.

Finalmente, volvimos al mundo de la fantasía y propusimos crear nuestra propia Mitología. Construimos los dioses desde el principio y, después de leer varios mitos griegos, compusimos nuestras propias historias, que buscan dar una explicación alternativa a fenómenos actuales.

Os dejamos las cartas de presentación que conforman nuestro panteón, para que podáis ver cómo han quedado:

Para finalizar, os mostramos dos de los mitos. El primero, en particular, busca explicar el fenómeno de la niebla. Mientras que el segundo, hace referencia al origen de la figura del curandero. ¡Disfrutadlos!

 El origen de la niebla

Tras la guerra, Astrid esperaba a su mujer Elizabeth, pero, al llegar los soldados, ella no la vio y, al preguntar a sus compañeros y compañeras dónde estaba, ellos contestaron que estaba desaparecida en combate y que nadie la había visto desde hacía tiempo.

Astrid, tras oír las noticias, fue corriendo al templo de la diosa Krisha a pedir la ayuda y, pasados los días, la diosa apareció ante ella.

– ¿Por qué me llamas tan desesperada todos los días querida? – le preguntó con voz calmada.

Astrid, sorprendida por su aparición, le contó su historia y, al terminar, le imploró su ayuda.

Krisha, conmovida por su historia, decidió ayudarla, pero con una condición: tendría que ir a su templo a rezar todos los días justo antes de medianoche hasta que regresase. Con esto, Astrid asintió aliviada.

Pasaron los días y Astrid cumplía diariamente su promesa. Ya estaba en el vigésimo, cuando tuvo que hacer un recado y este duró más de lo esperado…

En el momento en el que llegó al templo, Krisha la estaba esperando con una cara que decía más que cualquier palabra. Al cabo de un rato habló, pero su voz era de decepción, más que de enfado.

– No has cumplido tu promesa, así que te condeno a vagar eternamente   buscando a tu amada en forma de neblina.

Astrid rompió a llorar, mientras se transformaba en una niebla espesa y triste.


El origen de los curanderos

Mauricio, el dios de la medicina, era el encargado de curar a todos los seres vivos, y todo iba a la perfección: cuando alguien sufría algún tipo de daño, Mauricio está ahí para ayudarle. Pero, en lo más profundo del bosque, existían unas plantas demasiado peligrosas. Por eso, Mauricio las escondió allí, sabiendo que nadie iría nunca.

Pero Gumersindo, un joven que no tenía dinero y cuya familia estaba pasando hambre, se adentró en el bosque con la esperanza de recolectar o cazar algo. De repente, Gumersindo encontró las plantas escondidas en una cueva, eran: brillantes, grandes y de colores muy llamativos. Gumersindo pensó que con ellas podría alimentar a su familia durante un buen tiempo.

La familia Expósito comió como nunca, pero al rato, todos se encontraban muy mal: tenían un dolor inmenso en la parte abdominal. Culparon al pobre Gumersindo por traerles esas plantas. Entonces este se dirigió al templo de Mauricio pese a su horrible dolor de estómago, y le dijo:

– Ohhh adorado Dios de la medicina, necesito tu ayuda, le di unas plantas relucientes, grandes y llamativas a mi familia, y ahora todos tenemos un terrible dolor abdominal.

– ¿Dónde te las encontraste?

– En una cueva en el bosque oscuro.

– Pero ¡serás necio!, ¡esas plantas son mortales! Si te las comes, tendría que buscar una solución, pues podría contagiarse y hacer que la humanidad desapareciera de la faz de la tierra.

– Ah, vaya, perdón…

– ¡Ya lo tengo!, enviaré a mis aprendices en forma de humanos, así me ayudarán a curar a todos los que hayan enfermado.

Y así fue como los curanderos aparecieron, para ayudar a Mauricio a curar la nueva enfermedad.