¿Sí?

       Una llamada entrante. Extrañada, cogí el teléfono y una voz ajena me preguntaba por una tal Marta.  Mi respuesta fue un simple “no”. Colgué, deje el móvil y me fui con mis amigas. Al cabo de un rato el móvil empezó a vibrar nuevamente. Era el mismo número pero ahora era otra persona. No preguntaba por nadie, solo me dijo que necesitaba hablar con alguien. Tenía la voz rota y parecía cansado. Era como si alguien le estuviese persiguiendo y se hubiese escondido. De pronto, se escuchó un grito desde lo lejos. Mis amigas y yo nos asustamos y colgamos el teléfono, estábamos solas en casa y no sabíamos qué hacer.

       Sonó el telefonillo. Solo se escuchaba una respiración bastante fuerte. Desde la ventana no se veía nada. Se hizo tarde, llegaron mis padres y mis amigas se fueron. Dejaron de molestar, pero yo no dejaba de pensar en lo que había pasado.

       Al día siguiente todo iba bien, ya era lunes, tenía bastantes deberes que hacer. Otra vez sola en casa, odio estar tanto tiempo en soledad. Vuelven a llamar. Estaba harta de la gente que sólo quiere molestar. Aun así cogí el teléfono.

-¿Sí?- dije.

-Necesito ayuda. Llevo días intentando escapar pero siempre me encuentra. Allá donde miro está su siniestra cara. Quiero que entiendas que tengo que hacer esto o simplemente acabará conmigo –respondió llorando.

-¿De qué estás hablando? –pregunté nuevamente.

-Lo siento, tú sólo escucha atentamente.

       A partir de esas palabras estaba bastante intrigada. Empezó a decir unas palabras en otro idioma repetidamente. Una y otra vez. Creo que conté unas seis veces. Después colgó y se oyó un ruido en mi casa. Venía de la cocina.

       Me acerqué lentamente. Mi pulso iba mucho más rápido de lo normal. Sentía una presión por la cual me costaba respirar. Me asomé a la cocina. Ahí entendí todo.