Cuando hablamos de Guillermo I, no estamos mencionando a cualquier monarca. Este hombre, nacido en 1797, se convirtió en el primer emperador del Imperio Alemán en 1871, y su papel fue clave para entender la Europa del siglo XIX. Porque bajo su reinado se consolidó la unificación alemana, un proceso que transformó el mapa político del continente.
Guillermo I no era un revolucionario, sino más bien un conservador que confiaba en la fuerza del Estado prusiano. Sin embargo, supo rodearse de personas brillantes, como el famoso Otto von Bismarck, el “Canciller de Hierro”. Juntos lograron que los pequeños estados alemanes se unieran en una sola nación poderosa, algo que cambiaría para siempre el equilibrio europeo.
Su coronación en el Salón de los Espejos de Versalles en 1871 no fue solo un acto simbólico: fue una declaración de poder. Alemania entraba en la escena internacional como una potencia industrial y militar, y eso tendría consecuencias en las décadas siguientes, incluyendo tensiones que desembocarían en la Primera Guerra Mundial.
Pero ojo, Guillermo I no era un dictador. Mantuvo una monarquía constitucional y respetó el papel del parlamento, aunque siempre con mano firme. Su figura representa ese momento histórico en el que Europa pasó de reinos fragmentados a grandes naciones modernas.
